La Reproducción en
Cautiverio del Agapornis Pullarius
De Antonio
Misantone y Luciano Socci
Somos felices de darles a los criadores de Psitácidos, y de los Agapornis en
particular, la noticia de la reproducción ocurrida en nuestra cría del
Agapornis Pullarius. Fue éste un resultado que seguimos desde hace al menos
veinte años y que a finales de 1999 por fin hemos logrado conseguir. Estamos
seguros que esta noticia será acogida con interés, en primer lugar, de los
criadores de Agapornis pero también de todos los amantes de los loros. La
reproducción del A. Pullarius en efecto no es fácil, visto que sólo han
logrado reproducirlo pocas personas y entre éstos hay que recordar al inglés
A. A. Prestwich, 1956, el danés A. V. Nielsen (1963), el portugués Coelho
(1971), y, recientemente, la señora belga J. Hanne, que ha expuesto 4 pullarius
anellati al campeonato mundial de ornitología desarrollado en Karlsruhe en
Alemania en el 1996 y el Sr J. Boussu, también de nacionalidad belga.
1.- El
Agapornis Pullarius
El Agapornis pullarius como el Agapornis canus y el Agapornis taranta, presenta bien evidentes y claros las señales de dimorfismo sexual.
El macho se
distingue de la hembra por el color rojo naranjo cargado, rojo tomate, que
caracteriza la frente, las mejillas, las partes superiores de la garganta y la
parte anterior de las regiones auriculares. El ojo se presenta circundado por
una serie de plumillas blanquecinas. El espinazo es de un bonito azul. Los
hombros presentan ligeros reflejos azules. El resto del plumaje es de un
bonito verde brillante. Los rémiges primarias tienen las puntas negras al igual
que las coberteras inferiores. Las timoneras centrales son
verdes, las otras son amarillas en la base seguido de negro, verde y rojo. La coloración roja de las timoneras es
visible sólo cuando en el
cortejo amplía la cola. El fondo del ala es completamente negro. Ojos castaños,
pico rojo y patas grises.
En la hembra
el rojo anaranjado de la región facial es menos extenso y más desteñido, los
coberteras inferiores son verdes, el espinazo es ligeramente más desteñido y
el hombro presenta ligeros reflejos amarillos en vez de azules. El fondo del ala es
verde, y ésta es la señal más clara para diferenciar el macho de la hembra.
Los jóvenes son parecidos a la hembra, aunque con colores algo más opacos y desteñidos. Sobre todo en la zona facial dónde el rojo anaranjado desdobla a lo amarillento. También el pico es más claro que en los adultos y en la base como en los jóvenes Roseicollis, presenta un poco de negro.
Las regiones habitadas por los Agapornis pullarius son típicas zonas de la sabana, caracterizadas por áreas de alta vegetación entre cuyoas hierbas ellos buscan las semillas necesarias a su alimentación: Sorghum halepense y Selerocarya birroca.
Sea en naturaleza sea en cautiverio se han podido observar Agapornis pullarius Lutino. Se trata de una bonita mutación recesiva y no atada al sexo.
El Agapornis pullarius Lutino presenta: frente, mejillas y garganta rojo intenso uniforme. Cogote, espalda y coberteras color amarillo dorado. Pecho, vientre y caderas amarillo limón. Rémiges blancas con estandarte amarilla. Tirante blanco. Bajo de ala gris claro. Las 2 timoneras centrales amarillas y las 10 timoneras laterales amarillas con una zona rojo y blanca central. Ápice amarillo claro. "Codrione" blanco.
Pico: mandíbula superior rojo coral, inferior un poco más claro; Cera blanca.
Ojo rojo claro con pupila roja; en la parte inferior presenta un pequeño anillo de pequeñas plumas blancas.
Patas y dedos color carne y uñas color marfil.
Las hembras,
en cambio, se distinguen de los machos por las siguientes particularidades:
frente, mejillas y garganta son rojo anaranjado pálido. El fondo del ala es amarillo
pálido. Las diez timoneras laterales presenta una zona central color pesca y
blanco. Ápice amarillo pálido. El pico es rojo claro
La mutación Lutino descrita es recesiva, por lo que la posibilidad acoplamientos serán los siguientes:
Normal |
x |
Lutino |
100% Normal / Lutino |
Normal / Lutino |
x |
Normal / Lutino |
25% Normal 50% Normal / Lutino 25% Lutino |
Normal |
x |
Normal / Lutino |
50% Normal / Lutino 50% Normal |
Lutino |
x |
Normal / Lutino |
50% Lutino 50% Normal / Lutino |
Lutino |
x |
Lutino |
100% Lutino |
2.- Nuestra experiencia
Hemos tomado posesión de los primeros Agapornis pullarius en 1982. Desde entonces casi ininterrumpidamente ellos han estado presentes en nuestra cría. La pareja recibida en regalo en el 1982 del amigo Ing. Raffaele Albani, curioso y experto criador de especies de pájaros no comunes, ha vivido más de 10 años. Sólo ha puesto un par de veces, pero los huevos, desdichadamente, han resultado infecundos. El pasado año hemos adquirido algunas parejas del sig. C. Garani.
Incluso sabiendo por la literatura específica que la mejor solución para el alojamiento del pullarius es una pajarera, no teniendo espacio, siempre hemos alojado nuestros pullarius en jaulas de 120 cm. de largo y una anchura y altura de 50 cm., colocados en un balcón reparado. Su salud no ha padecido nunca frío y también en los meses invernales casi han amanecido bañándose.
La alimentación
dotada ha sido rica y bien equilibrado. Les hemos dado scagliola, milla, pánico
en espigas, avena, mucha fruta, manzana en particular, hortalizas, espinacas,
achicoria y hierbas de prados y bayas de pyracantha. El girasol, el cáñamo y
el níger los hemos suministrado con cierta parquedad.
Respecto al modo de nutrirse de este inseparables, he recogido en estos años las siguientes informaciones:
A).- Los A. pullarius para alimentarse no bajan casi nunca a tierra ni hurgan sobre el fondo. Es por tanto necesario poner la comida y el agua en pesebres puestos en la parte alta de la jaula o la pajarera.
B).- Sean las hortalizas sea la fruta, además, tienen que ser colgadas del techo de la pajarera y a la manzana, porque sea consumida, tiene que ser pelada preventivamente.
La reproducción,
naturalmente, no es cosa fácil, siendo pocos los casos que se han averiguado hasta
hoy día y varios problemas son los que hay que superar antes de poder conseguir
algún
éxito.
Lo primero de estos problemas es lograr mantener en vida los pullarius apenas son importados en cuánto el 50% de ellos muere en las primeras semanas de su llegada. La causa de su muerte, a menudo es repentina e inexplicable porque al tacto ellos no enseñan ni señales de adelgazamiento ni señales de particulares lesiones o cloaca sucia y mojada, parece sea sobre todo por el estrés, acumulado en la captura y en las varias fases de importación, que provoca pequeñas y difusas hemorragias interiores. Para evitarlo puede ser útil suministrar pequeñas dosis de vitamina K y de alojar a los pájaros importados en un entorno tranquilo.
El segundo
problema nace de la dificultad de recrear las condiciones ambientales en que
ellos nidifican. Y noto, en efecto, que su reproducción ocurre en los
termiteros arborícolas donde la hembra cava una galería curva con una habitación
de incubación a su extremidad. De este modo ellos logran garantizarse una
temperatura constante que se revela preciosa cuando, después de los primeros días
de calefacción de los pequeños a obra de la madre, ésta regresará al nido sólo cuando tiene que
alimentarlos.
En septiembre del 1999 a menudo hemos puesto a disposición de nuestra pareja un nido de madera de 2 cm de grosor y de dimensiones aproximativas de 30 x 20 20 cm. rellenado con láminas de corcho de alcornoque de 15 mm. de grosor y nos lados de 26 x 16 cm. Allí el alcornoque parece que es el material que mejor conservará el calor dentro del nido y que mejor se prestará a la obra de cavar que realiza la hembra para crear una habitación de incubación. Hace falta en todo caso tener la prudencia de sacar del nido los trozos de alcornoque desmigajados para evitar que entre ellos se sumerjan los huevos y le impidan a la hembra empollarlos bien. En años pasados hemos usado turba, previamente mojada y luego hecha secar antes de ponerla en el nido. Pero este material si queda bien al principio, con el paso del tiempo se hunde y se desmigajan acabando desmoronándose encima de la hembra que incuba o de los pequeños enterrándolos. Hemos practicado a la derecha un agujero del diámetro de 4 cm sobre la parte baja de la pared frontal, y bajo el agujero hemos puesto una percha de apoyo.
Puesto a disposición el nido, la pareja ha empezado enseguida a interesarse en él y la hembra, después de pocos días, ha empezado a cavar el corcho de alcornoque. En esta fase el macho siempre ha estado cerca de la hembra. Para facilitar su función, vistas sus buenas intenciones, también nos tenemos colaborados ampliando un poco más lo que ella ha ido paulatinamente cavado y así, después de pocos días, el nido, formado por una galería y al final de él fue cavada la habitación de incubación que fue bien perfilado.
Acabado el nido la pareja ha empezado a pernoctar con asiduidad y, hecho curioso, ella fue, con respecto de los otros inseparables, la última, por la mañana, en salir del nido, cerca de una hora después. También hemos podido asistir al ritual del apareamiento que es precedido por un breve cortejo durante el que el macho tiene erigido las plumas de la frente y la cola completamente abierta. El movimiento de apareamiento en estos agapornis es más frenético que en el resto de especies. Varios días después ha ocurrido la deposición del primer huevo y ya antes de deponer notamos que la hembra cada vez más a menudo y por un período poco a poco más largo también se quedaba durante el día en el nido. Al terminar la puesta han sido puestos dos huevos a una pareja de Agapornis roseicollis como niñeras y tres les han sido dejado a la madre, la cual ha empollado muy bien, raramente saliendo del nido y sólo por el breve período indispensable para despachar sus funciones fisiológicas. Durante todo el período de la incubación el macho ha quedado cerca del nido y a menudo allí entró llevando comida a la compañera. Después de cerca de veintitrés días de incubación, de los cinco huevos puestos tres se han abierto: dos bajo el pullarius y uno en la pareja de roseicollis. Desafortunadamente sólo un pequeño ha sido felizmente "destetado". De los otros dos uno, el nacido bajo los roseicollis, muerió el día después del nacimiento y el otro no ha logrado librarse completamente de la cáscara, como hemos podido constatar en nuestra primera inspección del nido de los pullarius. En aquellos días, a medida que se acercó el día que los nosotros estimados como la presunta eclosión de los huevos, nuestra curiosidad se ha hecho cada vez más intensa y, al final, cuando hemos empezado a sentir los débiles píos provenientes del nido, hemos realizado nuestra primera inspección, aprovechando la salida que la hembra cada vez más a menudo efectuaba para procurarse la comida.
En un rápido examen el pequeño presentó un plumón de color blanquecino y, como los pequeños de Agapornis taranta y de Agapornis canus, las uñas negras. A la edad de ocho días hemos anillado al pequeño con anilla de tipo C, 3,5 mm., tal como es indicado por el F.O.I, pero después de dos días nos hemos visto obligados a reanillarlo porque con el crecimiento parecía muy estrecho y entonces hemos utilizado una anilla de tipo D, 4,0 mm.
Cerca de los quince días de edad le ha comparecido una mancha negra sobre el pico tal como ocurre a los pequeñitos de Agapornis roseicollis. La alimentación puesta a disposición de la pareja en este período ha sido prácticamente idéntica a aquel habitual.
Cuando el
pequeño se ha cubierto de plumas, la hembra ha empezado a pasar fuera del nido cada vez más
tiempo y por períodos cada vez más largos y el trabajo de alimentar al joven ha sido casi completamente asumida por el macho que a
menudo entró en el nido al sugerirlo. Ambos padres, en cambio, pernoctaron
en el nido. El ”abandono", por así decir, de parte de la madre no ha
creado ningún problema al pequeño porque el nido, hecho de
alcornoque, mantuvo en su interior una constante temperatura y además el tiempo,
aunque en lleno noviembre, en Roma ha sido bastante clemente y no se han tenido
muchos días de frío intenso. Por
fin a algo más de un mes que edad el pequeño ha sido sacado por los padres,
que empezaron a manifestar quizás cierta intolerancia en sus comparaciones por
el deseo de emprender una nueva pollada, pero no se ha averiguado, y ha sido
por algún día sugerido por nosotros. Ahora es un simpático y cariñoso
pájaro que, si se deja libre en casa, viene sobre nuestros hombros y coge la
comida de nuestras manos.
Durante el
período de la incubación de la cría del pollo la pareja se ha comportado
de modo ejemplar y no hemos notado nunca señales particulares de intolerancia
durante nuestras inspecciones al nido
Antes de cerrar este artículo querríamos invitar a todos los criadores de Agapornis a arriesgarse con el pullarius y eso no sólo por ser un animal difícil que reproducir y de mantener en vida, sino también por su alta mortalidad. Pero sólo reproduciéndolo en cautiverio será posible evitar ulteriores robos que empobrecen su hábitat natural. Creo que hoy nadie más importa Agapornis roseicollis o Agapornis fischeri visto la facilidad con que se reproducen en cautiverio. Y es deseable que la misma cosa sea averiguada cuanto antes también para el pullarius o por otras especies de difícil cría.
Después de haber dado la noticia, el pasado año, de la primera reproducción italiana del Agapornis pullarius en nuestra cría, la noticia que sin embargo parece que no tiene muy interesados a los criadores de inseparables, atentos y probablemente espectantes a seguir las continuas apariciones de nuevas mutaciones del Agapornis roseicollis, y nos es grato comunicar que aquella reproducción no ha sido un acontecimiento esporádico y fortuito ya que ha sido seguido, en la estación 2000, del nacimiento, en una sola pollada, de cuatro pullarius, hoy felizmente "desmadrados", que se han revelado como un macho y tres hembras. El éxito habría sido mayor si la hembra de una segunda pareja, que depuso ya dos huevos, no hubiera tenido problemas al momento de la deposición del tercer huevo. En todo caso, y sobre todo para refutar cuánto se dice por ahí de que el pullarius es difícil que reproducir o que para reproducirlo se necesita poner en acto quién sabe cuál estrategias o que los pequeños mueren en la primera muda, comunicamos posteriores observaciones que hemos observado a los amigos de criadores para que sean inducidos a dedicarse a estos extraordinarios inseparables.
Ante todo nos parece preciso comunicar las noticias del pullarius nacido en 1999. Está muy bien, como se puede ver de la foto alegada, es dócil y casi cada día da su paseo por casa volando de una persona a otra. Criado a mano, no se asusta casi nunca, come todo o casi: semillas pequeñas y grandes (girasol), mazorcas de maíz, hortaliza, achicoria sobre todo, manzana, espigas, bayas de pyracantha, pasta etc.. Además, a diferencia de los adultos que no bajan casi nunca sobre el fondo de la jaula, él, sin ningún temor, baja allí a menudo. Lo que nos hace suponer que el pullarius, como los otros inseparables, van a la búsqueda de la comida, si es necesario, también sobre el fondo de la jaula o la pajarera. Esta aclaración es precisa en cuánto en el artículo del pasado año notamos que ellos no bajan y no se alimentan nunca en tierra. Lo que suponemos que sólo es verdadero para los pullarius importados e indudablemente es un comportamiento que denota miedo.
Pero respecto a
la reproducción conseguida este año comunicamos algunas noticias que pueden
ser útiles. Ante todo también este año la pareja de pullarius ha reproducido
en el mismo nido usado el pasado año, nido que por otro no fue sacado nunca
habiendo invernado ellos en el exterior. Antes de la deposición tenemos provisto
limpiar el viejo nido en que la hembra, al cambiar de pluma, dejó un puñado de plumas y,
con la primavera avanzada, hemos tapado así la entrada del nido con un tapón de
corcho bastante sutil de dar al pullarius la sensación de deber de nuevo
cavarse el nido. Inútil decir que el tapón es saltado muy pronto y desde
entonces la hembra ha empezado a hacer, durante el día, inspecciones cada vez más
frecuentes al nido. En siguientes inspecciones hemos podido constatar
que ella se limitó a sólo darle, por así decir, un retoque. Cuando la
hembra efectuó visitas diurnas, el macho veló con extrema atención sobre cuánto
ocurrió alrededor de la jaula, listo a dar la alarma a la mínima señal de
peligro. Antes de la deposición
hemos tenido acceso a observar al menos ocho acoplamientos que se desarrollaron
todo a las primeras horas del día, generalmente hacia las 6,30 - 7.00 de la mañana,
precedido por el usual ritual del acoplamiento. Por fin el 29 de Julio se ha
tenido la deposición del primer huevo seguida por otras 4 depuestos a días
alternas del 31, el 02, el 04 y el 06 de Agosto. De los cinco huevos solo uno,
aquél depuesto el 31, lo ha hallado roto sobre el fondo de la jaula bajo el
agujero de entrada del nido. Después de veintitrés días de incubación hemos
sentido el primer pío que sucesivamente se ha hecho cada vez más fuerte por la
llegada mano a mano de los otros hermanos.
Durante la cría de los pequeños cada día hemos inspeccionado el nido y en los primeros tiempos hemos completado a la alimentación materna con alguna cucharada de productos para la primera infancia de multicereales y crema de legumbres, a la que de vez en cuando también añadimos una cuchara de liofilizado del Mellin o de Nutrient plus del Chemivit. Durante la operación de alimentación a mano la madre estuvo sobre la percha de la parte opuesta al nido, despertada la curiosidad de ver qué hacíamos con los pollos sin nunca dar señales de intolerancia o susto. Terminado de alimentarlos cerramos la caja nido y la hembra poco después volvió con sus pollos. Esta integración de la alimentación de los pollos ha sido administrada por nosotros durante una veintena de días, y después hemos dejado que sólo ocuparan de ello los padres. Sin embargo cada día hicimos regulares inspecciones cogiéndolos en mano y acariciándolos: ahora también ellos son bastante dóciles y no dan ninguna señal de susto a nuestra presencia o a la presencia de otros seres humanos.
Los jóvenes pullarius han salido del nido por la primera vez el 10 de Octubre.
Otra observación que hemos podido hacer en estos días es que la hembra con el crecimiento de los
pequeños amplió progresivamente la habitación de incubación del nido,
cavando las paredes de alcornoque, así de permitirles una cómoda disposición.
Los Agapornis pullarius se ha demostrado que son padres atentos. También cuando los pequeños salieron del nido y fueron casi "destetados" ellos siguieron preocupándose de ellos y si en la tarde algún pequeño se detuvo a regresar en el nido, no se dieron paz hasta tanto que todos no se hubieran regresado y no estuvieran a lo seguro.
Cogemos de nuevo esta ocasión para solicitar pujantemente a la Comisión Técnica a aportar modificaciones al diámetro de las anillas: por los pullarius, en efecto, la medida 3,5 mm no es suficiente y es por tanto indispensable llevar tal medida al menos a 4,0 mm de diámetro.
Roma 01/01/2001